jueves, 30 de julio de 2009

Men At Work - Who Can It Be Now

Hoy tenía claro que quería poner esta canción pero después de dar mil vueltas a mi cabeza, no he sido capaz de asociar ningún recuerdo a la misma, por lo que he buscado algún recuerdo que no tuviera asociado a ninguna canción y el resultado es el siguiente.
Verano del 90, Lloret de mar, población tipycal de la Costa Brava, Cala de la cual no recuerdo el nombre, Ernesto, Javi, dos chicas más y yo. Por la mañana habíamos ido a recoger a esas dos chicas a Vidreres, un pueblo cercano a Lloret donde Ernesto estuvo viviendo durante años. Los motivos están claros, compañía femenina y que Ernesto estaba locamente enamorado de una de ellas. El día transcurrió tranquilo, arena, sol, agua… un calor horrible, normal, era agosto. Fue divertido estar de espectadores de todo lo que iba aconteciendo, pues ni Javi ni yo estábamos interesados en la amiga del intento de rollo de Ernesto, por lo que matábamos todo el tiempo observando los movimientos de este. Lo más divertido ocurrió ya bien entrada la tarde, estaban las dos chicas jugando en el agua pasándose una pelota, Ernesto no había conseguido nada, solo conversaciones intrascendentes y de repente con un ágil movimiento felino se levantó de la toalla y corrió hacía donde ellas se encontraban. Había llegado la hora de actuar (supongo que eso es lo que debió pensar) y comenzó el cortejo. Como si un león en celo fuera, se abalanzó encima de ella hundiéndola. El roce de sus cuerpos debieron despertar la libido de Ernesto que, como si de un rompehielos se tratase, correteaba detrás de la presa cual poseso semental. La postal era patética. Tanto correr de aquí a allá, a la chica le debió sentar mal y finalmente le arreó un guantazo de aupa. Allí acabo todo. Llevamos otra vez a las chicas a su casa y ya jamás volvimos a saber de ellas. En el camino de regreso a casa y ya los tres solos, el cachondeo fue monumental y es que realmente fue muy gracioso ver a un tío de 19 años con un bañador tipo slip empalmado corriendo por el agua a la altura de la entrepierna detrás de una frágil mujer. Como somos, disfrutamos con las desgracias ajenas, Ernesto con una mejilla todavía sonrosada y dolido por no ser aceptado por la persona que le gustaba y un par de cabrones riéndose de ello.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Más que nada me gustó el saxo, el cuál me parece un instrumento muy sensual.
Lo que me divirtió fue el cuento del pobre Ernesto, que si bien debió tener merecido el cachetazo, no contaba con la "gastada", le decimos aquí, de sus dos ¿amigos?
En fin, cosas de la juventud...
Besote.